Los bajos salarios hunden la vivienda en propiedad a niveles históricos
La salida de la crisis está produciendo cambios estructurales en la economía. También en el mercado de la vivienda. En particular, en relación a la tenencia en propiedad de pisos
Autor Carlos Sánchez, , ,La salida de la crisis está produciendo algunos cambios estructurales en la economía española. También en el mercado de la vivienda, y, en concreto, en el régimen de tenencia. España, que históricamente ha sido unos de los países europeos con mayor propensión a la compra de vivienda, está dejando de serlo.
¿La causa? Las condiciones laborales y salariales de los más jóvenes, que forman el segmento de población en el que se está produciendo un auténtico desplome en la adquisición de vivienda. Si antes de la crisis (año 2008) el 54,9% de los jóvenes que habían formado un hogar vivía en un piso en propiedad (independientemente de que hubieran pagado la hipoteca), en 2017 ese porcentaje se ha hundido hasta el 26,5%. Es decir, algo más de la mitad.
Así lo refleja la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) elaborada por el INE, que muestra un fenómeno continuado en el tiempo desde el estallido de la crisis. Y que se manifiesta, aunque con menos crudeza, en casi todas las cohortes de población, lo que indicaría que no solo se trata de un cambio de cultura en relación a la propiedad de la vivienda o a un aumento de la movilidad laboral entre los jóvenes, sino, por el contrario, de un fenómeno estructural. De hecho, la movilidad laboral, que justificaría la menor propensión a la adquisición de vivienda, permanece básicamente estancada.
La movilidad geográfica de los ocupados fue disminuyendo de forma paulatina hasta 2013, año en el que comenzó un periodo de estabilización. El resultado actual es que el porcentaje de ocupados que cambió de municipio de residencia en el último año fue de apenas el 2,4%, frente al 2,5% de 2016. Es decir, que la menor compra de viviendas nada tiene que ver con nuevos escenarios laborales.
Los datos de Estadística muestran, por ejemplo, que en 2008 el 73,7% de los hogares con edades comprendidas entre 30 y 44 años eran propietarios de su vivienda, pero en 2017 ese porcentaje había bajado hasta el 63,8%. Es decir, un descenso de diez puntos en una década, a punto por año. También ocurre, aunque con menos intensidad, en el caso de los hogares con edades comprendidas entre 45 y 64 años, cuya tenencia en propiedad ha pasado de 83,7% al 80,5%. El único segmento en el que ha crecido la propiedad es el que incluye a los mayores de 65 años.
Un factor diferencial
El resultado de esta evolución por edades es muy significativo. El año pasado, el 76,7% de los hogares era propietario de su vivienda, por debajo del 79,6% que se registraba al comienzo de la crisis. Ese porcentaje —y esto es lo relevante— se va acercando ya a la media de la Unión Europea, lo que indica que ese factor diferencial, la enorme propensión de los españoles a la compra de una vivienda, se va estrechando. Y que hay que hay que relacionar, necesariamente, con la intensidad de las políticas públicas, principalmente mediante deducciones fiscales, que han tendido históricamente a incentivar la tenencia de vivienda en propiedad frente al alquiler.
En la Unión Europea, datos de 2015, el 69,4% de los hogares son dueños de la vivienda principal que ocupan. Destacando, en este sentido, el caso de los antiguos países del este, donde más del 80% de los pisos son en propiedad. España, por su parte, ha hecho un camino de ida y vuelta. En 1970, en pleno desarrollismo franquista, el 63,4% de las viviendas eran en propiedad. Ese porcentaje fue aumentando hasta el 84,5% en 2001, según la encuesta de condiciones de vida, pero los últimos datos ya señalan un 76,7%; es decir, tres de cada cuatro viviendas son en propiedad. Lógicamente, el espacio que se deja de ocupar lo cubre el alquiler, que crece año tras año. Algo que está contribuyendo de una forma muy determinante al incremento de los arrendamientos y a que se hable de una burbuja del alquiler.
Otros factores han podido influir de forma relevante en la reducción de la vivienda en propiedad entre los más jóvenes. Como ponen de relieve las estadísticas del INE, los hijos tienden a vivir con sus padres durante un periodo de tiempo más prolongado y, por tanto, entran en el mercado de la propiedad mas tarde. Igualmente, está demostrado que con frecuencia reciben el apoyo económico de sus padres e, incluso, en muchos casos, son estos los que compran la propiedad para ellos. Y si las condiciones laborales y salariales de la familia se deterioran —aumento de las jubilaciones anticipadas o desempleo de larga duración— las probabilidades de ayudar a los hijos a comprar una vivienda se resienten.
En el caso de España, el descenso del régimen de propiedad se ha producido en un contexto singular. Por un lado, en pleno desplome de los precios, que llegaron a caer entre un 35% y un 40% desde el punto álgido de la burbuja inmobiliaria. En el mismo sentido, se ha producido un derrumbe de los tipos de interés reales, lo que, en teoría, debería haber producido mayor apetito por la compra de vivienda.
Los datos del Banco de España, sin embargo, muestran que, pese a esos dos condicionantes favorables a la adquisición, la accesibilidad a la compra de viviendas se ha endurecido en los últimos años. En concreto, la medida de esfuerzo, equivalente al precio medio de la vivienda en relación a la renta bruta disponible de los hogares, ha pasado de 6,5 años en 2015 a 7,2 años en el primer trimestre de 2018, lo que explicaría que se esté produciendo un desvío hacia al alquiler. Pero no por un cambio cultural o por razones laborales, sino por el endurecimiento de las condiciones de acceso a la vivienda en propiedad. Particularmente, como consecuencia del contexto salarial.