Radiografía del colectivo Ciutat Vella trata de diversificar el comercio pakistaní con un programa en urdú
El Plan de Desarrollo Económico del distrito incluye entre sus 57 líneas de acción un estudio de los supermercados y tiendas de móviles de esta comunidad migratoria
La comunidad pakistaní y bengalí del Raval se ha consolidado en el tejido comercial de Ciutat Vella, en especial con pequeños supermercados de conveniencia y sobre todo tiendas de móviles. Durante los años de crisis estos establecimientos de extenso horario y precarias condiciones laborales aumentaron exponencialmente, a remolque de un mercado laboral cada vez más impermeable a los recién llegados y de un acceso aún fácil a la contratación coétnica. El resultado ha sido un monocultivo comercial que disgusta al consistorio, ahoga a los propios tenderos por exceso de oferta y preocupa al vecindario, ya muy castigado por la pérdida de comercios de proximidad a causa del turismo.
L’informe de la diagnosi al comerc pakistanes
Como la mayoría de dinámicas sociales del Raval, revertir la tendencia requiere cirugía muy fina a pie de calle. Una dinamizadora municipal visita desde hace casi un año las tiendas de esta comunidad, a puerta fría. Ofrece asesoramiento en urdú a los empresarios y trabajadores para conocer sus necesidades comerciales, animarles a diversificar la oferta y detectar oportunidades de cambio. Es la principal medida de un programa piloto específico para este colectivo e incluido en las 57 medidas del Plan de Desarrollo Económico (PDE) de Ciutat Vella, que impulsan distrito y Barcelona Activa en coordinación con el Pla de Barris.
“Tienen interés en conocer otros tipos de negocio y piden conocer casos de éxito, pero primero hay que crear el vínculo de confianza y atender sus necesidades básicas”, apunta la dinamizadora, Sanja Rahim. En este sentido, explica que a diario responde dudas como el funcionamiento de las licencias, cómo se hace una factura o si conviene tener tienda online, a la vez que canaliza hacia los servicios municipales problemáticas sociales más complejas como el acceso a la vivienda. Entre las innovaciones detectadas, cita una joven cadena de fish&chips regentada por dos hermanos pakistaníes o la unión de varias tiendas de móviles para ganar capacidad de importación y exportación.
Rahim, junto a técnicos del PDE, está preparando ahora una formación a medida sobre diversificación. “También queremos celebrar una actividad en la calle en julio, con vecinos y vecinas y comerciantes de todos los orígenes, aunque especialmente pensada para esta comunidad”, añade. El programa no tiene por ahora fecha de finalización y recoge la buena experiencia del proyecto Xeix durante el pasado mandato, dirigido inicialmente a la comunidad china de Fort Pienc y ampliado luego a la pakistaní y bengalí de Sant Antoni.
Además de las visitas de la dinamizadora, los comerciantes pueden acudir a la oficina presencial del PDE en la plaza Salvador Seguí, donde también les pueden atender en urdú. Este espacio municipal es también la sede del Pla de Barris y el nuevo Punto de Defensa de Derechos Laborales, que abrió en noviembre y también depende de Barcelona Activa.
Una comunidad joven y empujada a la autoocupación
Un estudio previo, coordinado por la socióloga Berta Güell, aportó una radiografía demográfica y comercial para establecer sobre datos actualizados las líneas maestras del programa de dinamización. La investigación analizaba por primera vez las características de la comunidad pakistaní y bengalí en el Raval Sur: ha encuestado a 100 mini supermercados y tiendas de móviles, además de entrevistar a fondo a una treintena de empresarios y empleados y otra treintena de expertos.
Los resultados dan que pensar: en 10 años el colectivo ha triplicado el porcentaje de autónomos –del 7,2% en 2003 al 21,4% en 2013–, siete puntos por encima de la media extranjera, pese a haber retrocedido en 2016 hasta un 18,4%. Una tasa de paro “muy severa” entre 2009 y 2010 habría aupado la autoocupación. Del centenar de negocios estudiados, el 57% abrió durante la crisis y el 34% lo ha hecho en los últimos dos años.
La volatilidad es muy alta: un tercio es fruto de un traspaso de manos de un paisano. Además, al entrar en vigor el Plan de Usos de Ciutat Vella –que prohíbe abrir bares, restaurantes, alojamientos, locutorios, tiendas de conveniencia y venta de alimentación al detalle–, los comerciantes que querían abrir una segunda tienda de móviles o alimentación han tenido que acudir a traspasos encarecidos o expandirse hacia otros barrios.
Los que abren su primera tienda sin experiencia emprendedora tienden reproducir el esquema comercial más popular entre los compatriotas, para aprovechar proveedores, oportunidades de franquicia y contactos. No obstante, cabe destacar que algunos pequeños empresarios sí optaron hace mucho por otros sectores menos masificados, como panaderías, peluquerías, agencias de viaje y bazares. Taxistas, obreros de la construcción y camareros completan el listado.
Redes de solidaridad mutua en el ‘little Punjab’
Según el estudio de Güell, el 60% de todos los pakistaníes y bengalíes residentes en España vive en Catalunya y de estos el 44,6% vive en Barcelona. Hasta 2011 fueron la primera nacionalidad extranjera en la ciudad pero con la crisis han bajado a la segunda posición. La media de edad es de 31 años. Sorprende, además, que la inmensa mayoría de los que residen en el Raval procede de las mismas tres comarcas del Punjab, lo que sin duda favorece las redes de ayuda mutua en contratación, acceso a financiación y regularización.
El 70% de los asalariados del censo de supermercados y tiendas de móviles son hombres de 25 a 44 años –solo un 4% son mujeres– y el 53% llevan entre tres y diez años en la ciudad. Además el 46% viven y trabajan en el Raval y la mitad tiene un vínculo familiar o de amistad con su empleador. El perfil de los titulares de los negocios es ligeramente diferente: el 61% es residente en el Raval, el 63% lleva 10 años o más en Barcelona y en general son un poco mayores que sus contratados (el 61% tiene entre 31 y 50 años).
Los datos también desmienten la rumorología que persigue a los comercios regentados por inmigrantes, a los que se ha relacionado con todo tipo de redes ilícitas. Casi la mitad de los empleadores (48%) tiene una única tienda y del resto, un 39% regenta otras del mismo ramo en otro barrio de Barcelona. Solo el 24% tiene alguna experiencia empresarial previa y el 52% no había emigrado nunca antes de su traslado a Barcelona. Casi todos se ven viviendo en Barcelona dentro de 5 o 10 años, entre otros factores a raíz de la amortización de la inversión.
Para pagar la apertura de la primera tienda es frecuente que se endeuden hipotecando algún bien familiar en Pakistán, mientras que las ampliaciones de negocio se financian a menudo a través de la comunidad barcelonesa, mediante créditos privados sin interés –el lucro financiero está mal visto en las sociedades islámicas– y asociaciones de crédito rotativo (‘kameti’).
La explotación laboral está a la orden del día, en especial entre migrantes sin papeles con escasas alternativas. Jornadas muy largas, sueldos muy por debajo del mínimo interprofesional y relaciones laborales autoritarias son una realidad innegable también para los regularizados. La cultura sindical es escasa entre los empleados que han participado en el estudio y una parte reconoce que mostrarse “desagradecidos” comprometería el honor familiar dentro de la comunidad. En cambio, la contratación en negro y la compra de contratos –que rondan los 7.000-9.000 euros– van a la baja gracias al aumento de inspecciones policiales y de Trabajo.
El primer PDE, eclipsado por los narcopisos
“Teníamos un desconocimiento preocupante como administración sobre la comunidad pakistaní y bengalí y todavía estamos en esta fase de acercamiento, es una intervención a fuego lento”, defiende la regidora de Ciutat Vella, Gala Pin. Señala que otro objetivo del programa es aumentar la participación de pakistaníes y bengalíes en las asociaciones del Raval y las actividades municipales y que ya están notando una mayor asistencia a los servicios de atención y asesoramiento municipales.
El PDE de Ciutat Vella fue el primero de Barcelona –se presentó en septiembre de 2016– y el ensayo de los que han ido estrenando luego el resto de distritos. En síntesis, estos planes tratan de llevar al territorio los programas de ocupación y empresa que ya ofrecía Barcelona Activa, conectarlos con las políticas de promoción económica de cada distrito y ampliar el paquete con iniciativas nuevas. La crisis de los narcopisos, sin embargo, ha eclipsado la discreta labor del PDE piloto y amenaza sus resultados.
“No creo que los narcopisos echen al traste el PDE, puede haber algún caso en calles puntuales pero no afecta a la promoción económica global”, sostiene. “La estigmatización nunca es buena para una economía local, pero el Raval es mucho más, tiene una vida vecinal impecable y una gran riqueza comercial”, reivindica.
Estrenos y reajustes en los nuevos servicios
Entre los aciertos y desaciertos del PDE hasta ahora, señala buenas experiencias al mancomunar servicios entre entidades, por ejemplo en el caso de Fem Raval con la limpieza –que ha abaratado los costes de contratación pero mejorado el salario de las limpiadoras– o con la creación de una cooperativa para compras colectivas. La línea de actuación que trataba de aumentar el aprovisionamiento dentro del propio barrio de las empresas más grandes avanza más lento, puesto que el comercio local no puede competir en precio con las grandes distribuidoras. “Hay un acuerdo en negociación con un gremio importante”, avanza Pin. “Encarecer un poco el aprovisionamiento –agrega– puede ser más solidario que gastar mucho en RSC”.
También está cociéndose el proyecto de Bajos de Protección Oficial para levantar persianas, que ha extendido el plazo de presentación de candidaturas ante la demanda y para abaratar el precio por m2 que inicialmente ofrecía. Este verano saldrá a licitación el Punto de Activación Económica, que iba a abrir en otoño pero se ha tenido que ajustar. La primera propuesta no gustó a las entidades de inserción y los pliegos se están rehaciendo.
Cada línea de actuación se toma su tiempo, porque los PDE son quinquenales y quedarán teóricamente al margen de vaivenes electorales y mandatos. El de Ciutat Vella se mantendrá hasta 2021 y mueve un presupuesto de un millón de euros anuales, de los que 200.000 son para las actuaciones de nueva creación.