Durante el primer trimestre del 2018 se ha registrado una media de 536 ciudadanos en solares
El Ayuntamiento presentó ayer el testimonio de un hombre que aceptó el cambio. Padre de cuatro menores, tras dos generaciones habitando en solares, la tercera reside en una vivienda de alquiler social desde hace año y medio. “Llegué en el 2005 a Barcelona. Vivíamos con mi mujer en una caravana y una chabola. Al principio, cuando fuimos al piso, que además es un quinto, nos costó, pues toda la vida habíamos estado en descampados. Hasta que nos acostumbramos a la altura. Ahora estoy contento”, relata en un vídeo.
El fenómeno de los asentamientos se remonta en Barcelona a la década de los noventa, con la llegada de familias de etnia gitana de origen galaicoportugués que se instalaron en solares. Posteriormente, los inmigrantes procedentes del África subsahariana ocuparon naves y, a partir del 2014, se produjo un importante incremento de los ciudadanos del Este de Europa, “en muchos casos, a partir de reagrupamientos familiares y de expulsiones de países vecinos”, indica un informe municipal.
“Tengo 42 años y cinco hijos. Vine a Barcelona porque soy pobre. Recogemos chatarra, papel y cartón, y pedimos en la calle”, cuenta en el mismo vídeo una mujer rumana.
El Ayuntamiento subraya que el 100% de los menores de estos asentamientos están escolarizados y que son precisamente los niños los que impulsan a los padres a aceptar el cambio.
El reto es mantener el vínculo de este colectivo con los servicios sociales para garantizarles las necesidades básicas, sobre todo a los niños. El presupuesto municipal destinado a la atención de los residentes en asentamientos se ha multiplicado por 2,4, pasando de los 275.000 euros del 2015 a los 660.000 de este 2018.
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