El rector de la mejor universidad de Asia: “Mucha gente de 40 a 55 perderá su trabajo”
El principal responsable de la Universidad Nacional de Singapur nos recibe para desvelar los secretos del éxito del centro y apuntar hacia dónde se dirige la educación superior
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Cada vez que se publican los ‘rankings’ de las mejores universidades del mundo, solemos desviar nuestra mirada hacia el oeste, al MIT, a Stanford o a Harvard. Pero también cada vez más al este, donde distintas universidades están creando una nueva manera de enfrentarse a la educación universitaria. Entre ellas, destaca la Universidad Nacional de Singapur (NUS), la más antigua del país (abrió sus puertas en 1905) y la primera asiática en el listado ‘THE’ de las mejores universidades, 22ª en el global. La clave ha sido renovarse o morir, como explica a El Confidencial su rector, Tan Eng Chye, que ha visitado Madrid para participar en la tercera edición del congreso BUR (Building Universities Reputation), acto central de la inauguración del nuevo campus de la Universidad de Navarra en Madrid.
Para Chye, tres son los motivos que explican su éxito. Y el primero puede parecer un poco a contracorriente: “Un apoyo muy fuerte del Gobierno, sobre todo en cuestión de recursos”. Curioso, en un contexto en el que la inversión educativa pública va en retroceso. “Somos un país muy pequeño sin recursos naturales, solo disponemos de personas”, matiza el rector. “Así que, para el Gobierno, invertir en educación es crucial, por lo que se comprometen a hacerlo, siempre y cuando les correspondamos”. El segundo motivo va estrechamente ligado: “El Gobierno nos concede una gran autonomía. Nos financia, pero somos libres de utilizar los recursos como mejor consideremos”.
“El laboratorio de Wilmar vale 110 millones de dólares y el de Singtel, 45”, recuerda el rector. “Es una forma de acercar la industria al campus”
El tercer pilar es la gestión del talento, tanto de profesores como de investigadores, alumnos o del resto del personal. “Si consigues que trabajen juntos, tendrás una universidad verdaderamente fuerte”, matiza el doctor de Matemáticas por Yale. Ese talento pasa, sobre todo, por apuntalar su brazo de investigación, pues es la mejor carta de presentación global. “Eso lo consigues publicando en las mejores revistas, obteniendo premios internacionales, contando con representantes en los comités editoriales de las mejores publicaciones…”, explica. “La clave es la calidad, no la cantidad. Es mejor publicar un buen ‘paper’ que 10 malos”. Muchos de ellos, por cierto, en colaboración con centros. Como desvela el rector, de los 6.000 trabajos publicados el pasado año, casi un 70% fueron realizados en colaboración con otros centros: “La competición es el impulso y la colaboración es la estrategia” es uno de sus lemas.
Eso no quiere decir que la docencia no sea importante. Chye arruga el morro cuando recuerda que en muchas universidades occidentales los profesores pueden librarse de sus horas lectivas si están investigando. “Nosotros no lo permitimos”, desvela. “Además, nos tomamos muy en serio la evaluación de los profesores”. Desde valoraciones por parte de los estudiantes hasta evaluaciones por parte de los colegas, que entran en las aulas para comprobar cómo lo están haciendo, hasta declaraciones personales en las que cada docente debe rendir cuentas, todas son herramientas para garantizar que la docencia cumple el estándar de calidad. “Si no eres un buen profesor, no puedes ascender, aunque seas un gran investigador”.
La obsolescencia programada del alumno
La otra carta de presentación de la universidad en el mundo son los estudiantes. Y, por ello, explica Chye, deben salir de la universidad con las competencias y habilidades necesarias para triunfar en el mercado laboral. “Las empresas deben poder fiarse de la formación que damos a nuestros alumnos”, explica. De ahí que trabajen estrechamente con ellas. Por ejemplo, a través de un innovador programa de becas que permite que los estudiantes pasen un año y medio en empresas de tecnología emergente, como ciberseguridad o análisis de datos. “La mayoría de estudiantes consiguen trabajo antes de graduarse, las empresas ya los conocen y se esfuerzan mucho”, añade.
En ese sentido, su gran apuesta —prácticamente impensable para la mayoría de universidades— son los laboratorios cooperativos, financiados de manera conjunta por el Estado y las empresas privadas con el objetivo de formar a estudiantes para puestos de tecnología puntera. Un ejemplo es el de Singapore Telecom (Singtel), que tiene un laboratorio de ciberseguridad en el campus de la universidad, o el de la compañía de alimentación Wilmar, que colabora con los tecnólogos de la comida de la universidad. Las cifras son mareantes: “El laboratorio de Wilmar vale 110 millones de dólares y el de Singtel, 45”, recuerda el rector. “Es una forma de atraer la industria al campus, para que los estudiantes tengan buenas perspectivas de empleo”.
Lo que quita el sueño al rector, no obstante, no son los más jóvenes: el gran proyecto en el futuro de la universidad pasa por el aprendizaje a lo largo de toda la vida. “Ni siquiera la mejor universidad es capaz de darte competencias y habilidades para siempre”, recuerda. “No puedes aprender todo en cuatro años”. Una de las estrategias que han adoptado es ofrecer a sus egresados la posibilidad de volver dentro de 20 años y cursar de manera gratuita dos cursos del programa que deseen para actualizarse. “Es algo que ninguna universidad ha hecho jamás”, se enorgullece Chye. Por ahora, la NUS se centra en los menores de 40, pero en el horizonte se aproxima un importante reto laboral y educativo que se cierne sobre otras sociedades.
Si tienes 40 o 45 años, no puedes volver a la universidad. Es un reto, porque aunque tengas experiencia y una carrera, esta ha quedado obsoleta
“Como nuestra economía es muy abierta, somos los primeros en identificar los cambios que vienen”, se lanza a explicar el rector. “Y lo que hemos visto es que muchos licenciados de entre 40 y 55 están perdiendo sus trabajos. Si no se han formado durante las últimas décadas, sus habilidades habrán quedado obsoletas, y será muy difícil proporcionarles nuevas”. Chye reconoce que aún no sabe muy bien qué se puede hacer para devolverlos al mercado. “Si tienes 40 o 45 años, no podrás volver a la universidad. Es un gran reto, porque aunque tengas experiencia y una carrera, esta ha quedado obsoleta. Y esto está ocurriendo cada vez más rápido, las cosas quedan desfasadas con mayor velocidad”. No son empleos no cualificados: el ejemplo que el rector utiliza es el de un ingeniero mecánico.
El futuro: polarización
Durante las últimas décadas, tanto en Occidente como Oriente, la universidad ha abierto sus puertas a miles de nuevos estudiantes, un proceso que ha llevado a cierta masificación que ahora se está poniendo en cuestión. “Esto ocurrió porque tener una carrera era el camino hacia el éxito”, recuerda el matemático una vez más. “Pero el entorno está cambiando muy rápido y es posible que, incluso si tienes una buena licenciatura, no encuentres trabajo”. Es un problema creciente en Asia, recuerda. En Corea del Sur, un 80% de adultos tendrá una carrera. En Taiwán, el porcentaje se encuentra en 70-80%. En China, ya asciende hasta el 40%.
Lo que va a hacer el país nº 1 en matemáticas, Singapur, para seguir siendo el mejor
“El problema que tienen estos países es que producen muchos graduados, pero no hay los suficientes trabajos buenos para todos ellos”, prosigue. “Y eso va a crear una gran tensión entre los que tengan estudios y estén parados, o entre los que estén sobrecualificados”. En Singapur, no obstante, no tienen ese problema, porque, como explica el principal responsable de su universidad más puntera, “el Gobierno controla la proporción de personas con carreras porque quieren asegurarse de que hay trabajo para todos ellos”. Es un país pequeño, al fin y al cabo: la población es de cinco millones, menos que en todo Madrid.
La predicción del rector es la siguiente. Por una parte, los mejores centros (como el suyo) no tendrán problema si siguen garantizando su calidad. Por otra, aquellos de menor nivel directamente desaparecerán. La gran pregunta es qué ocurrirá con esa gran clase media de universidades que se sitúa entre unos y otros, y que en opinión del singapurense se verá “gravemente afectada”. “Si piensas desde el punto de vista del consumidor, sabes que si estudias en una universidad de primera vas a tener el reconocimiento de las mejores empresas”, explica. “Pero si vas a las otras, ¿de verdad te compensan más que, por ejemplo, un curso ‘online’? De aquí a 10 años, la gente se preguntará si es mejor gastarse el dinero en una universidad tradicional o invertirlo en esos nuevos modelos que las empresas están reconociendo”.