McLuhan tenia razón: el medio es el mensaje

El temor de la élite a las redes sociales

AJUSTE DE CUENTAS
La señal de entrada de la sede de Facebook en Menlo Park, California
La señal de entrada de la sede de Facebook en Menlo Park, California Elijah NouvelageREUTERS

 

Ayer se cumplieron 80 años desde la representación en los estudios de la CBS de Nueva York de la obra La Guerra de los Mundos de H. G. Wells. Carlos Alsina me contó que si no hubiera sido por los tabloides, el radioteatro de Orson Welles nunca habría logrado la fama que alcanzó. Tras esa experiencia, la capacidad de manipulación de la radio, que Joseph Goebbels ya había comprobado, pasó a ser indiscutible. Hoy, desde los sucesos de la Primavera Árabe, esa capacidad de conducir a las masas ha sido transferida a las redes sociales.

La semana pasada se celebró un seminario sobre reformas institucionales organizado en Aragón por las fundaciones Manuel Giménez Abad y Konrad Adenauer. Asistieron muchos profesores de Derecho Constitucional y algunos pocos politólogos, diputados y senadores. Pretendían analizar eventuales reformas del Estado autonómico, el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, las Cortes, el Poder Ejecutivo y los distintos órganos de control. Las discusiones dejaron diversas reflexiones. La más obvia es que, en menos de dos años, hemos explorado aspectos de la Constitución de 1978 que estaban inéditos pese a sus 40 años. Nunca se había visto a un candidato renunciar al encargo de formar gobierno (Mariano Rajoy en enero de 2016), nunca se había invocado el artículo 99 para repetir unas elecciones, nunca se había aplicado el artículo 155 para intervenir una autonomía y nunca había triunfado una moción de censura. De hecho, al igual que durante la burbuja se decía que «el ladrillo nunca baja», se creía que la moción de censura era un mero hito táctico en el camino del aspirante a gobernar.

La otra conclusión es que aún no nos habituamos a la fragmentación del Congreso. Tanto es así que la mayoría de los expertos se mostraron renuentes a una reforma constitucional, aunque casi todas las instituciones necesitan ajustes. La proporción de los que creen que no hay agua en la piscina de dicha reforma fue, a ojo de buen cubero, de un 75%-25% respecto de los que creen que en 1978 la coyuntura era aún más incierta que la actual.

A mi juicio, el hecho más llamativo del encuentro fue el enorme temor que la mayoría de los asistentes mostró hacia el papel y la influencia de las redes sociales. Uno de los asistentes dijo: «Sólo hay algo peor que una democracia asamblearia, una democracia asamblearia dominada por las redes sociales». Su planteamiento recibió un murmullo de aprobación.

El síndrome creado por Welles con la radio está muy vivo en nuestras élites. Temen que las redes sociales puedan encarnizarse con ellos. Singularizarse en la vida política y académica, gozando de cierto anonimato, ya no es posible. Las redes sociales ejecutan linchamientos virtuales y no todo el mundo está dispuesto a correr el riesgo. Pero si no superan ese temor -como siempre advierte Luis María Anson– no podrán hacer las reformas, sino que se las harán otros.

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