¿De verdad solo vemos la «puntita»?… ¡ni es la puntita, más vale que espabilemos!

La española que anticipó el internet de las cosas: «Sólo vemos la punta de la revolución tecnológica.

FOTOGRAFÍA: SERGIO GONZÁLEZ VALERO

Alicia Asín, CEO de la empresa zaragoza Libelium, acaba de ser premiada por la UE y pronostica una revolución tecnológica que conectará las ciudades como nunca

Pese a su juventud, la lista de premios que ha recibido la ingeniera informática y emprendedora Alicia Asín, CEO de la empresa zaragozana Libelium, ocupa unas cuantas líneas. La última de ellas reza: Segundo Premio a la Mujer Innovadora concedido por la Unión Europea. Más allá de galardones y reconocimientos, su actitud define la personalidad y el empuje de una profesional que lucha dando ejemplo contra la fuga de cerebros: «Nos enorgullece haber creado una empresa que retenga el talento de la Universidad de Zaragoza».

Esta historia empieza en la capital aragonesa en 2006 con dos ingenieros recién licenciados, David Gascón y Alicia Asín, y una idea: las redes sensoriales conectadas a Internet. Poco después se empezó a utilizar el término internet de las cosas (IoT en sus siglas en inglés), la base de las llamadas smart cities. Los sensores que fabrican desde entonces y ahora exportan a 120 países son dispositivos autónomos e inalámbricos capaces de medir temperatura, humedad, contaminación, gases o cualquier otro parámetro mensurable y pueden ayudar a redefinir la vida en las ciudades, prevenir desastres naturales o revolucionar la agricultura.

Que sigan existiendo premios que diferencian por sexo, ¿implica que estamos muy lejos de conseguir la igualdad?
Si nos quedamos en lo superficial quizá pensemos que esto va en contra de la meritocracia que tanto se demanda. Pero si profundizamos un poco más, la realidad es que las matriculaciones de chicas en carreras técnicas están cayendo en picado. Yo soy ingeniera informática y el año que empecé la carrera éramos un 23 por ciento de mujeres. Ahora el ratio está por debajo del 10 por ciento. Y uno de los problemas es la falta de referentes.
¿Por qué?
Si las chicas no encuentran mujeres con las que identificarse, no van a proyectarse en esos modelos ni a optar por ese tipo de estudios. Es un drama mayor del que parece. La respuesta fácil es «si las chicas hacen enfermería en vez de ingeniería será porque les gusta más». No podemos quedarnos en un análisis tan superficial. En un mundo cada vez más digitalizado, las carreras técnicas y la tecnología van a ser cada vez más protagonistas en todos los puestos de responsabilidad. Si las mujeres empiezan a autoexcluirse de esos puestos, la brecha salarial se va a incrementar todavía más.
¿Ha sufrido cierto paternalismo en el entorno corporativo por ser joven y, además, mujer?
¿He sufrido actitudes paternalistas? Seguro, pero no te podría decir ninguna que se me haya quedado grabada. También creo que eso forma parte de la personalidad de cada uno. Cuando estoy en una reunión, me concentro únicamente en el objetivo que me ha llevado a esa mesa e intento que todo lo que no tiene nada que ver no me distraiga. Cuando un hombre tiene una actitud desagradable hacia una mujer en un entorno así, para él muchas veces es un juego, lo que significa que no tiene ningún respeto por lo que se está tratando en esa reunión. Lo que hace es quedar en evidencia.
Si las chicas no tienen mujeres con las que identificarse, no van a proyectarse en estudios técnicos. Es un drama mayor del que parece
Cuando empezaron, ¿tenían claro que el internet de las cosas era una tecnología que se iba a convertir en imprescindible?
Lo que vimos fue el potencial que podían tener unos dispositivos inalámbricos y autónomos que podemos colocar, por ejemplo, en las farolas para medir la contaminación ambiental de una ciudad, atornillarlos al asfalto para saber si hay plazas de aparcamiento libres, colocarlos en las cepas de un viñedo para conocer la humedad de la tierra… Tenía tantas posibilidades como para dar pie a una revolución tecnológica, como efectivamente está ocurriendo.
¿Hacia dónde se dirige esa revolución?
Estamos viendo la punta del iceberg. A día de hoy todavía no hay despliegues masivos para conectar ciudades, fábricas o campos de cultivo enteros, pero es algo que va a empezar a pasar en los próximos meses y años. Va a cambiar el paradigma de todos los sectores, ya no solamente por introducir sensores, sino por la nueva cultura de la datocratización. Nos estamos acostumbrando a exigir más datos y más racionalidad en todas las decisiones a nivel empresarial, pero también a nivel social y político.
¿Es posible que esta tecnología ayude a que la toma de decisiones sea realmente participativa?
El legado de las Smart Cities debe ser una mayor y mejor democracia. ¿Es bueno peatonalizar una vía, cortar el tráfico ciertos días, se podría avisar con más antelación…? Los ciudadanos tienen que entender mejor todas estas decisiones y los gobiernos deben poder cuantificar el impacto de sus medidas. Primero, para saber si son efectivas y, segundo, para poder respaldarlas con datos. No todas las decisiones políticas son ideológicas, hay veces que son puramente técnicas. Si nos acostumbramos a demandar más información y a ser más críticos con cómo nos la dan, estaremos en la mejor condición posible para ejercer nuestro derecho al voto, el arma que tenemos todos los ciudadanos.
Lleva más de 12 años al frente de Libelium. ¿Cómo se ve de aquí a 2030?
En tecnología es difícil saber dónde estarás dentro de un año, cada vez es más frecuente ver planes estratégicos a seis o nueve meses. Siempre nos ha hecho ilusión que, más allá de crear riqueza y empleo en Zaragoza, podamos servir para que se creen otras empresas españolas que exploten nuestra tecnología. Por ejemplo, estamos colaborando con expertos en viñedos que hasta ahora no disponían de una tecnología con la que aplicar sus conocimientos. Ahora, con un software implementado a partir de nuestros sensores, son capaces de crear un nuevo modelo de negocio. Ésa es la mayor ambición que podemos tener.
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