Que los ricos estudien y no los pobres es peligroso

ENTREVISTA CON BERT VAN DER ZWAAN

«Que los ricos estudien y no los pobres es peligroso y está pasando también en España»

El rector de la Universidad de Utrecht decidió hace unos años investigar sobre el futuro de la universidad: el resultado es ‘Higher Education in 2040’, una guía para lo que se avecina
Foto: Van der Zwaan, el pasado jueves 4 de octubre en Madrid. (Universidad de Navarra)
Van der Zwaan, el pasado jueves 4 de octubre en Madrid. (Universidad de Navarra)

Autor, Héctor G. Barnés , Contacta al autor,

 Hace unos años, el profesor holandés Bert van der Zwaan se embarcó en un ambicioso proyecto: visitar algunas de las mejores universidades del mundo, de Europa a EEUU pasando por Asia, para intentar adivinar hacia dónde se dirige la educación superior. Pocas personas mejor que él para tal empresa: Van der Zwaan ha sido desde 2011 hasta el pasado junio rector magnífico de la Universidad de Utrecht, una de las más prestigiosas de Europa, además de ser expresidente de la Liga Europea de Investigación de Universidades. Seguramente alguien le habría hecho la broma de que quién mejor que un paleontólogo para indagar en ese mundo de fósiles que es la universidad.

El resultado fue ‘Higher Education in 2040‘ (Amsterdam University Press), donde concluía que si bien la universidad ha abandonado su torre de marfil para siempre, aún se encuentra en proceso de mutación, especialmente en lo que concierne a su rol dentro de la sociedad. Sin embargo, los cambios que se avecinan afectarán a todas sus facetas, desde los problemas de financiación, en un momento en que el apoyo público es cada vez menor, hasta el papel de los profesores ‘automatizados’, pasando por quién y en qué condiciones disfrutará de la educación superior, algo relacionado de manera íntima con las expectativas laborales de los individuos y su futuro personal.

La respuesta quizá no sea tanto cómo cambiarán sino qué nuevos modelos surgirán: una de las conclusiones a las que llegaba el holandés era que tarde o temprano tendrán que deshacerse de la uniformidad que las caracterizaba y abrazar distintas fórmulas más flexibles y fáciles de adaptarse a los cambios de la sociedad. De la mano del profesor, que visitó España para participar en la tercera edición del congreso BUR (Building Universities Reputation), acto central de la inauguración del nuevo campus de la Universidad de Navarra en Madrid, indagamos en las perspectivas futuras de la educación superior que vislumbró en sus viajes por el mundo.

PREGUNTA. Afirma que las universidades, tal y como las conocemos, pronto desaparecerán. ¿Qué surgirá en su lugar?

RESPUESTA. El panorama de la educación superior cambiará dramáticamente en los próximos 10 o 15 años. Hay muchos factores, pero los más importantes están relacionados con la digitalización o la inteligencia artificial, que será clave tanto en investigación como en docencia. Estos desarrollos tendrán un gran impacto en la universidad, y se pueden resumir en la etiqueta ‘separación’ (‘unbundling’).

Un estudiante en Madrid podrá decir “quiero esta asignatura, no quiero esta”, etc. La masificación continuará, pero los alumnos serán más libres

Esto significa que muchos servicios que hemos conocido de forma física, como las lecciones magistrales o los campus, cambiarán. Los estudiantes ya no van a aulas físicas, los profesores no acuden al campus, sino que se juntan en espacios digitales, en cualquier momento y cualquier lugar. La universidad del futuro tendrá una forma diferente: menos edificios, otro tipo de profesor e investigador y, por encima de todo, la mutación de esa idea clásica de que es donde vas de los 18 a los 25 años hasta que consigues una carrera. Cada vez más, la gente irá brevemente a la universidad y entrará en el mercado laboral, porque puede seguir formándose cuando lo necesite a través del aprendizaje personalizado.

P. Ha investigado en profundidad las universidades de todo el mundo. ¿Qué papel jugarán las asiáticas? ¿Son el modelo de estas nuevas tendencias?

R. Sí. Si miras el panorama universitario, verás que las politécnicas están muy ligadas al mercado laboral, hay otras como las Escuelas de Negocios y, en lo más alto, universidades especializadas y de investigación. Son las que menos cambiarán, implantarán la inteligencia artificial a la hora de tratar con los estudiantes pero hasta cierto punto se aferrarán a su base física, porque están muy unidas a sus laboratorios. La IA también cambiará la investigación, pero no sabemos exactamente cuánto. Tendremos robots que automaticen gran parte de los procesos, pero no conocemos el siguiente paso.

P. ¿Qué significa eso para los estudiantes? En España hay quien lamenta que la universidad se haya masificado, ¿cómo influirán estos cambios en el alumnado?

R. Durante los próximos 10 años, España verá una mayor participación en la educación superior, así que la masificación proseguirá. Pero, al mismo tiempo, los gobiernos se están echando atrás porque no tienen dinero para subvencionar a todos esos estudiantes, así que las universidades están buscando maneras de acomodar esa gran cantidad de alumnos a través de la digitalización o clases ‘online’.

Los estudiantes experimentarán dos tendencias. Una es menos clases presenciales y más ‘online’. Por otra parte, tendrán más capacidad de decisión sobre lo que quieren para el futuro. En cinco años, un estudiante en Madrid podrá decir “quiero esta asignatura, no quiero esta”, etc. Así que la masificación continuará, pero la libertad de los estudiantes aumentará. La gran pregunta es ¿qué pasará con la calidad? ¿Estará garantizada en estas circunstancias? Hay muchos interrogantes aún en la educación digital. El modelo tradicional es profesor-estudiante, en el que si el docente no es bueno, tienes un problema. Pero un programa digital, ¿podrá responder a sus estudiantes? ¿Cómo interactuará?

P. ¿Será más barato para los estudiantes, por lo tanto? ¿O pasará a ser la universidad algo para las élites?

R. Es cierto que las universidades tradicionales, con sus campus y facultades, necesitan aumentar el precio de las matrículas para recaudar porque el Gobierno no va a pagar por ello. Así que la subida estimula las universidades digitales: son más baratas, funcionan más rápido… Pero, al final, probablemente no sea bueno para la calidad del sistema educativo, aunque sea inevitable.

Van der Zwaan fue el primer director científico del Centro de Biogeología de Darwin. (Universidad de Navarra)
Van der Zwaan fue el primer director científico del Centro de Biogeología de Darwin. (Universidad de Navarra)

P. ¿Eso nos conduce indefectiblemente a la privatización de la educación superior?

R. Ya está ocurriendo. Lo ves en Estados Unidos, en Reino Unido, en los Países Bajos… La subida de los precios de las matrículas conduce a universidades públicas más caras y estimula a las privadas ‘online’. Es un grave problema, porque hay muchas investigaciones que señalan que esto divide a la sociedad. Los estudiantes de entornos más pobres no pueden entrar en la universidad porque no pueden pagar las matrículas, así que terminas creando un sistema en el que tan solo los ricos puedan entrar a la universidad. Esta división es muy visible en EEUU, en Reino Unido, pero también en Países Bajos, Alemania e incluso aquí en España. Por primera vez en la historia, alrededor del 40% tiene una gran formación y el 60% restante no, y entre medias no hay nada. No es una situación sostenible, porque el 40% de esa clase de globalistas viaja por todo el mundo y tiene ingresos muy altos, pero el 60% restante son pobres, viven en las afueras del sistema.

Es algo visible en las elecciones de los últimos ocho años, incluida España, donde esta división en dos se debe sobre todo a la educación superior. Si miras el trasfondo del asunto, verás que los que tienen mayor formación viven felices y los que no, no lo son. Son los que votaron por el Brexit y dicen “queremos salir de la UE” o “hay que proteger a Estados Unidos”. Este problema es muy peligroso, así que necesitamos averiguar cómo solucionarlo.

P. Así que tanto los gobiernos como las universidades deberían replantearse su rol.

R. Si las universidades siguen existiendo, y probablemente lo harán, e intentan buscar soluciones a problemas técnicos pero se olvidan de otras cuestiones que afectan a la población, como el reparto de la comida, quedarán marginadas. La gente ya no cree en ellas. ¿Por qué debería financiar una institución que no está solucionando mis problemas? Ese es el centro del problema para mucha gente: “No necesito políticos, no necesito universidades, porque no solucionan nada”. Necesitamos que reflexionen sobre su influencia en la sociedad.

P. Uno de los problemas que se suelen reprochar a la universidad, especialmente en España, es el de la empleabilidad. Pero ¿debería ser esa una función de las universidades?

R. Siempre han tenido un rol doble. Por una parte, intentar resolver problemas desconocidos; es parte de su labor de investigación. Pero al mismo tiempo, creo que sí, que los estudiantes deberían prepararse para el mercado laboral. La brecha entre lo que este pide y lo que ofrecen las universidades es demasiado grande. Si miras los empleos, verás que la parte media está desapareciendo a causa de la robotización, como los banqueros; tenemos el sector inferior, como conductores, trabajadores de la construcción y demás; y luego tienes la parte superior. Ahora, muchos licenciados de países como España o Alemania están trabajando en esa franja del medio, por debajo de la competencia académica. Necesitamos gente que esté mucho mejor preparada para esos empleos, porque el mercado laboral cambiará significativamente.

En los Países Bajos, cada programa de enseñanza o investigación es revisado cada seis años

P. En ese panorama, ¿cómo encajan las empresas privadas? ¿Terminarán desarrollando ellas los currículos?

R. Que la universidad pueda decidir a quién contrata y que los investigadores tengan libertad es crucial. Dicho esto, creo que el diálogo entre la industria privada y las universidades es muy interesante. Pueden contribuir al currículo a través de la formación, proporcionando ejemplos para las clases o interactuando con las universidades, que es algo normal. En los Países Bajos, muchas empresas surgen de los campus. En la de Utrecht, creo que hay seis incubadoras de pequeñas empresas. Pero al mismo tiempo pedimos a las grandes compañías que nos den consejo: ¿cómo formamos a la gente para que sean útiles para vosotros? ¿Qué necesitáis? Queremos que haya un aliento emprendedor en el campus. La mayoría de estudiantes no van a ser investigadores ni académicos, van a tener que trabajar para la sociedad.

P. No sé hasta qué punto conoce la educación superior española. ¿Cuál cree que es su futuro? ¿Qué deberíamos hacer?

R. Es siempre difícil (y peligroso) hablar de los vecinos, pero déjame que te cuente lo que ha funcionado bien en Países Bajos. Allí, cada programa de enseñanza o investigación es revisado cada seis años. Se asegura que la calidad esté en el centro de todo lo que haces. Creo que tener un puesto para toda tu vida, si eres un profesor, no es bueno. Debería durar cuatro o cinco años, y si no da resultados, deberías probar otra cosa. No sé en España, pero la revisión de la calidad no está hecha por uno mismo, sino por compañeros independientes con decisiones muy estrictas sobre lo que ocurre más tarde. Esto ha permitido mejorar el sistema de los Países Bajos enormemente desde 1985.

P. Volviendo a esa pirámide de universidades, ¿habrá algún día una española en lo más alto?

R. Hay universidades españolas muy buenas en Barcelona, Salamanca o Madrid, pero es cierto que si miras los ‘rankings‘, no están ni entre las 100 mejores. Los ‘rankings’ son extraños, de todas formas. Son una especie de reflejo de la sociedad que distorsiona lo que ocurre de verdad. Pero la competición abierta con otros países permite aprender. Si quieres calidad, necesitas evaluarla, internacionalizarte e interactuar con las empresas. Esos son los tres pilares que funcionaron en Países Bajos. Por ejemplo, en mi universidad, el 35% de los profesores no son holandeses. Entre los alumnos, el 85% es de fuera de los Países Bajos, como EEUU, Reino Unido o Singapur. Internacionalizar el sistema es clave, y me temo que en eso el inglés es esencial.

P. Su libro se llama ‘Higher Education in 2040’. ¿Qué podemos esperar de aquí a entonces?

R. No tengo una bola de cristal, pero lo que podemos esperar es que los cambios vayan cada vez más rápido, de forma que los responsables no se centren en crear un sistema que pueda seguir vigente dentro de 100 años, sino que sea adaptable. Pensemos en hacer un sistema flexible, manteniendo la calidad. Creo que esas son las claves de las próximas décadas, pero no sé cuál será el resultado.

Realicé mi investigación hace tres años y ya he visto cómo algunas de las cosas que describía han sido un poco diferentes. Por ejemplo, no presté atención a la inteligencia artificial, porque en 2015 aún no se hablaba tanto de su potencial. Pero entre los próximos cinco y 10 años, veremos muchos cambios, y si no te adaptas a ellos, te quedarás fuera de la carrera. Ya lo dijo Darwin, “adaptarse o morir”. Lo crucial es cómo adaptar el sistema para que sobreviva.

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