La tecnología es imparable, ¡estúpido!

Redes 5G buscan usuarios

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Dicen, digo, que estamos ante una revolución en la tecnología de comunicación. Y como la comunicación es la esencia de nuestra capacidad cognitiva, se espera, y algunos predicen, un impacto profundo en todas las esferas de la vida. Sobre todo ahora que Trump se rindió a la evidencia de que aunque es una empresa privada china, Huawei, la que está en la vanguardia de la tecnología de diseño y producción de estas redes, no puede impedir la colaboración de empresas estadounidenses en el suministro de insumos porque perjudicaría gravemente a todo el mundo. Así se amplían las posibilidades de innovación compartida y la gama de sus aplicaciones. Pero ¿de qué estamos hablando?  

Simplificando, 5G se refiere a redes de comunicación inalámbrica que conectan dispositivos a una velocidad 40 veces mayor que las actuales 4G, con una superior capacidad de transmisión de datos y una bajísima latencia, palabreja que designa la rapidez de respuesta de la red a una señal (unos 4 milisegundos). La primera consecuencia del despliegue del 5G es hacer realidad el internet de las cosas, es decir, la interconexión de cualquier objeto o máquina, independientemente de las conexiones entre humanos, que llegarían a 20.000 millones de conexiones. Esa es la infraestructura de la sociedad en red. Es decir, aquella sociedad en la que todo funciona en red: la comunicación, la producción, el comercio, las finanzas, la gestión, el transporte, las relaciones personales, la política, los movimientos sociales, la ciencia, la educación, la sanidad y todo lo que se le ocurra.

Ya funcionábamos en red, pero, al hacerlo con la velocidad y la capacidad de transmisión de datos que permite la tecnología 5G, hay cambios cualitativos. El primero es la proliferación de robots que, mediante los avances actuales en inteligencia artificial, pueden operar múltiples funciones conectándose a bases de datos que les permiten ejecutar instrucciones (o tomar sus decisiones, dentro de límites programados) en tiempo real. El ejemplo más conocido es el vehículo autónomo, que ya existe y que está en espera de autorizaciones legales para difundirse. Combinado con la tecnología del coche eléctrico, cambiará todo el sistema de transporte, con mucha menor contaminación, en cuanto se venzan las resistencias de las empresas del automóvil que, por motivos económicos, quieren alargar lo que puedan la vida de sus obsoletos modelos, fuente principal de polución. Porque el 5G también permite gestionar el consumo de energía con datos precisos y continuos.

En otro ámbito, las transacciones financieras aumentarán exponencialmente su velocidad, lo cual a la vez permite mayores ganancias (el capital rota más rápidamente) y mayores posibilidades de especulación, disminuyendo la capacidad del regulador. La manufactura mediante impresión 3D a distancia recibirá un gran impulso, organizando la fábrica global y robotizando numerosas tareas, cambiando la estructura del mercado laboral. En cuanto al paro, depende de la relación entre los empleos nuevos que se creen y los viejos que se eliminen.

La estrategia militar está ya siendo transformada por la utilización masiva de drones. El 5G (y de ahí la preocupación de Trump) permite resolver el principal problema: cómo hacer que los drones se comuniquen entre ellos y con sus ordenadores matriz a gran velocidad y con suficiente precisión. Ello permitirá desplegar los llamados enjambres de drones (en experimentación) que permiten enviar cientos o miles de minidrones con alta potencia de fuego simultáneamente sobre un objetivo.

Por otro lado, los soñadores vislumbran aplicaciones sociales altamente beneficiosas, también en proceso de experimentación actualmente. En sanidad: el quirófano a distancia (en funcionamiento en el hospital Clínic de Barcelona), que permite cirugía de alta precisión en tiempo real con los pacientes en lugares donde no hay acceso a este cuidado médico; o el diagnóstico en zonas rurales desasistidas mediante sistemas expertos capaces de aplicar los avances de la medicina en cualquier lugar del planeta. En la educación, con la formación de aulas mixtas de presencial y virtual e incluso de realidad aumentada, con modelos de simulación visuales de los procesos que se estén estudiando, permitiendo la personalización de la ­enseñanza para cada estudiante, capaz de buscar y combinar las imágenes y los datos necesarios para su tarea, mientras que el profesor, más necesario que nunca, se convierte en guía intelectual y ­consejero pedagógico del proceso de aprendizaje en lugar de repetir hasta el aburrimiento los dictados de los libros de texto establecidos por los burócratas del ministerio.

Inversamente, la educación virtual, cada vez más importante en una sociedad que requiere el aprendizaje continuo a lo largo de la vida, podría superar la barrera de la distancia física mediante formas interactivas de visualización y transmisión de datos en tiempo real. La seguridad, en particular la de las mujeres, siempre amenazadas por la violencia machista, dispondría de dispositivos automáticos de alarma rápida y geolocalización, incorporados en la vestimenta. El aislamiento de los ancianos puede ser atenuado por comunicación multimodal de bajo coste y en tiempo real con personas de su elección.

La galaxia de entretenimiento, y también los viajes de exploración de la historia o de la ciencia, se amplían y diversifican en una nueva cultura de la virtualidad ­real, con inmersión en entornos virtuales.

¿Ciencia ficción? Sí y no. Claro que el 5G aún no es operativo (se está desplegando ahora un 4G mejorado). Pero lo será seguramente hacia fines del 2020. La cuestión no es la tecnología sino las organizaciones, empresas e instituciones que la hagan factible en la práctica. ¿Cómo pensar en una escuela virtual/real cuando apenas utilizamos internet en la clase? ¿Cómo soñar con el quirófano a distancia con las listas de espera que tenemos? ¿Cómo imaginar una cultura que no sea mercancía por mucho 5G que despleguemos? Cada progreso tecnológico revela todavía más nuestro atraso social.

 

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