Las promesas de la biotecnología, la neurociencia o la inteligencia artificial requieren inculcar hábitos morales a los responsables de cada avance para asegurar un futuro más justo e inclusivo
Madrid
La búsqueda constante de una sociedad en la que los algoritmos cada vez pesan más o en el que existan seres humanos mejorados plantea reflexiones morales que en muchas ocasiones llegan con retraso. Resulta fundamental tener claros los límites antes de que la ciencia haga posible ciertos avances
Elena Postigo, profesora de Bioética de la Universidad Francisco de Vitoria, advierte de estos peligros: “Los avances en biotecnología y neurociencia nos acercan cada vez más a esa idea de transhumanos con capacidades aumentadas, pero los planes de estudio no enseñan hábitos morales para que los científicos desarrollen una conciencia crítica sobre sus quehaceres”. La profesora intervino recientemente en un debate sobre tecnoética organizado por la Fundación Telefónica. Continuar leyendo «El diseño de la manipulación del pensamiento de la sociedad»
El futuro se ha acabado: si crees que tienes casa o trabajo, te equivocas
Nadie sabe dónde estará mañana, si cambiará de empleo o tendrá que mudarse. Esto ha generado una sociedad en la que el largo plazo ha desaparecido y el pasado no tiene valor
De unos meses a esta parte, me he convertido en un inopinado experto en despedidas. Amigos que se mudan, compañeros que se marchan (o los marchan), siempre hay motivos para montar un funeral a la irlandesa y brindar por la fugacidad de las cosas y rezar por que la ruleta del destino gire a nuestro favor. Me recuerda a 2008, cuando muchos hacían la maleta para probar suerte donde fuese, así que estoy curtido. Saber que no voy a volver a pisar un apartamento en el que he pasado noches inolvidables o que no voy a volver a trabajar con alguien a quien aprecio me resulta casi indiferente. Es un signo de madurez, me gusta pensar, más que de protección ante el vértigo que da la rapidez con la que cambian las cosas. Continuar leyendo «La insoportable levedad del ser o no ser»
Nirav Tolia, presidente ejecutivo y cofundador de la app Nextdoor, fotografiado en Madrid.CARLOS ROSILLO
Hay plataformas y redes sociales para los amigos, para que cuentes tus opiniones, para ver vídeos, para colgar fotos molonas, para encontrar trabajo, por si eres adolescente, para chatear, para ligar, por si quieres charlar desde el anonimato, para ver fotos por temas, para vender y para comprar. Y todas estas son solo algunas de las más grandes: Facebook, Twitter, Youtube, Instagram, Linkedin, Snapchat, Whatsapp, Tinder, Reddit, Pinterest, Amazon o Wallapop. Continuar leyendo «Redes Sociales Vecinales»
Las mentiras de José María Aznar en sus explicaciones ante el Congreso
Un repaso documentado a las muchas falsedades que ha desgranado el expresidente Aznar ante la comisión de investigación en el Congreso sobre la financiación del PP
Que Barcelona, y muy especialmente el distrito de Ciutat Vella, tienen un problema creciente de inseguridad ciudadana no es sólo una cuestión de percepciones subjetivas. Nuevos datos estadísticos oficiales a los que ha tenido acceso La Vanguardia, que complementan los publicados el pasado sábado a partir de datos del Ministerio del Interior –correspondientes a los seis primeros meses de este año–, corroboran la escalada delictiva que se está produciendo en la capital catalana. Los registros de los meses de julio a agosto no dejan lugar a dudas: el problema es muy serio. En julio y agosto pasados, los hechos delictivos conocidos en la ciudad se incrementaron en un 13,6% y un 21,1%, respectivamente, en relación con los mismos meses del 2017, mientras que en Ciutat Vella lo hicieron en un 15,4% y un 24,8%. Resultan especialmente preocupantes algunos indicadores del distrito primero, como el de los robos con violencia y/o intimidación, que crecieron un 58,8% en julio y un 53,9% en agosto, y los robos con fuerza, que se dispararon un 19% (julio) y un 45,3% (agosto) respecto al mismo periodo del año pasado.
Hace sólo cinco días publicamos en esta página un editorial titulado “Barcelona tiene un problema de seguridad”. En él nos hacíamos eco de unos preocupantes datos procedentes de la Secretaría de Estado de Seguridad, que depende del Ministerio del Interior. Entre ellos, que en Barcelona se cometían cada hora unos veinte delitos. Que, en el primer semestre del año, el porcentaje de delitos había crecido un 20,5% con relación al mismo período del año anterior. Y que este incremento no se enmarcaba en una oleada de ámbito nacional, puesto que en la misma etapa el porcentaje de delitos había crecido sólo un 1% en Madrid y un 0,2% en València, mientras en Sevilla caía un 8,1%.
Estos datos deberían provocar una reacción inmediata de las autoridades barcelonesas y catalanas. En primer lugar para mejorar la seguridad de sus ciudadanos y de sus visitantes. En segundo, para proteger el prestigio de Barcelona, que recientemente ha perdido posiciones en distintos indicadores internacionales.
Nada de eso ha sucedido. Y mientras los ciudadanos siguen a la espera de mejoras de corrección efectivas, vamos recibiendo nuevos datos, que no son tranquilizadores, sino todo lo contrario. La Vanguardia ha tenido acceso a nuevos datos –que ni el Ayuntamiento de Barcelona ni la Generalitat han creído oportuno divulgar motu proprio–, que hoy publicamos en la sección de Vivir. Se trata de datos referidos a lo acontecido en julio y agosto de este año. Entre ellos destacan los siguientes: los hechos delictivos en Barcelona se incrementaron un 13,6% en julio y un 21,1% en agosto, en comparación con el mismo periodo del 2017. En Ciutat Vella, el distrito más afectado por el auge delictivo, los porcentajes subieron al 15,4% y el 24,8%, respectivamente. Y si nos referimos a los robos con violencia o intimidación, la subida fue muy superior: 58,8% y 53,9%.
La conclusión obvia de esta retahíla de datos es que el índice delictivo no deja de crecer en Barcelona, y que lo hace además a una velocidad inquietante, sin que los sistemas de seguridad operativos logren impedirlo. Ni las fuerzas de la Guardia Urbana ni las de los Mossos d’Esquadra están garantizando niveles aceptables de seguridad de los ciudadanos. Hemos oído hasta la fecha diversos argumentos que tratan de explicar tal deficiencia. Desde los de tipo ideológico, que estarían amparados por la alcaldía y no ayudarían a la Guardia Urbana a emplearse con mayor decisión y efectividad, hasta los relativos a la insuficiencia de las plantillas, denunciada el lunes por centenares de mossos que se manifestaron ante la Conselleria de Interior. Por no hablar de un ordenamiento judicial que, a menudo, no contribuye a consolidar la labor policial.
La validez de estos argumentos es relativa. Los ciudadanos tienen todo el derecho a exigir que se ponga coto a estos índices delictivos desbocados. Que en un mes, en determinadas partes de Barcelona, se incremente el número de delitos con violencia o intimidación más de un 50% debería disparar todas las alarmas y, a continuación, abonar el despliegue de medidas extraordinarias. Los ciudadanos tienen además derecho a exigir a las autoridades la máxima transparencia. Aumentos del número de delitos como los aquí referidos son intolerables. Y lo es igualmente que estos datos, ahora revelados por La Vanguardia, hayan sido reservados por las instituciones entre cuyas obligaciones está precisamente la de evitar que se produzcan.
Al menos cuatro grandes transformaciones desarrolladas en las últimas décadas han alterado profundamente el contrato social que rubricaron implícitamente las fuerzas de la izquierda (socialdemócratas) y de la derecha (democristianos) tras la II Guerra Mundial, que formalizó las reglas del juego para la convivencia pacífica durante más de medio siglo. Se trata de la revolución tecnológica, que ha hecho circular al mundo de lo analógico a lo digital; la revolución demográfica, que convirtió a Europa, cuna de ese contrato social, en un espacio compartido de gente envejecida después de haber sido un continente joven; la globalización, que ha llegado a ser el marco de referencia de nuestra época desplazando al Estado-nación; y la revolución conservadora, hegemónica desde la década de los años ochenta del siglo pasado y que ha predicado las virtudes del individualismo y de que cada palo aguante su vela, olvidando los principios mínimos de solidaridad social. El conjunto de estas revoluciones —la tecnológica, la demográfica, la globalizadora y la política— ha dado lugar a una especie de refundación de lo que el gran pensador vienés Karl Polanyi denominó a mitad de los años cuarenta “la gran transformación”. Continuar leyendo «¿El Contrato Social está roto?»
Un nuevo eje autoritario requiere un frente progresista internacional
Bernie Sanders hace un llamamiento global a la reacción contra la regresión en muchos países hacia una nueva derecha nacionalista
Debemos examinar honestamente cómo ese orden ha fracasado en cumplir muchas de sus promesas y cómo los autoritarios han explotado hábilmente esos fracasos
Muchas familias son tanto o más antiguas que las ciudades -léase callejeros- en las que moran. La suerte compartida entre ambas suele ser tan cambiante como caprichosa. De la misma manera que hay familias que deben su fortuna a negocios no siempre confesables adquiridas en las colonias de ultramar o de algún industrial local tan piadoso con implacable, no son pocas las poblaciones cuyo aspecto y carácter serían inexplicables sin el influjo de capitales de sus hijos predilectos, es decir, de los que volvieron a casa forrados o que se enriquecieron a base de convertir a sus paisanos en esclavos industriales. Continuar leyendo «La ciudades se pueden deprimir, hasta con un mandato… y los mismo en una comunidad autónoma»
Cada hora se cometen un promedio de veinte delitos en Barcelona. Es una gran ciudad y, como tal, arrastra su cuota de acciones reprobables y quebrantos de la ley. Pero las autoridades deben intentar en toda circunstancia controlar y reducir esa cuota. Y no es eso lo que ahora mismo está pasando en Barcelona. Según datos de la Secretaría de Estado de Seguridad, en el primer semestre del año el número de delitos ha crecido en Barcelona un 20,5%. Se trata de un porcentaje muy considerable en términos absolutos. Más todavía en términos relativos. En el mismo periodo el incremento fue en Madrid del 1% y en Valencia del 0,2%, mientras que en Sevilla la tasa cayó un 8,1%. La conclusión es obvia: Barcelona es una plaza en la que la delincuencia se mueve con mayor comodidad que en otros lugares, y por tanto va al alza. En otras palabras, Barcelona tiene un problema. Y no es menor. Continuar leyendo «Barcelona, tiene muchos problemas y también de INSEGURIDAD»